Siempre me han gustado las salas de llegadas de los aeropuertos. Hoy, mientras esperaba a mi hermano, me he emocionado con las escenas que se representaban a mi alrededor...
Una abuela llorando, arrodillada, mientras abrazaba a sus dos nietas gemelas, de un par de añitos. Las niñas no dejaban de saltar, de besarla, de decir: "¡abuelita!", mientras el padre las observaba sonriendo.
Un padre joven, de apariencia magrebí, llora al ver aparecer su mujer con una bebé en un carrito. Él coge en brazos a la pequeña, y aunque no sabe ni cómo colocarse, se la come a besos, y mira incrédulo y sonriendo a su mujer. Algo me dice, que es la primera vez que ve a su hija...
Un chica joven, sale por la puerta mirando en todas direcciones. Se le ilumina la cara y sale corriendo para terminar fundida en un abrazo inmenso con su novio. No se sueltan, no hay manera... finalmente él aparta la cabeza y le planta un beso en la nariz...
En ese momento ha llegado mi hermano, y se me ha puesto a mí también un nudo en la garganta. Le he besado y abrazado. ¡Ay que ver qué sensible me pongo, para 6 días que ha estado fuera! Será el síndrome de la sala de llegadas...
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